La crisis de los misiles de Cuba 1962, de Max Hastings

Hace unos días os comentaba que estaba terminando de leer el último libro de Max Hastings, historiador británico, autor de libros de no-ficción fascinantes como La Guerra de Vietnam o 1914: El año de la catastrofe. Hoy me gustaría comentaros mi opinión sobre su último libro La crisis de los misiles de Cuba 1962, que como su propio nombre indica, narra los hechos sucedidos en aquellos días trágicos de octubre de 1962 en los que el ser humano pudo haberse autodestruido.

Comenzando por el autor, Max Hastings es uno de los historiadores más prolíficos de las últimas décadas, en las que ha escrito multitud de libros de no-ficción sobre el Siglo XX, centrándose especialmente en los conflictos que asolaron buena parte del siglo, con libros sobre la Gran Guerra, la Segunda guerra mundial o la Guerra de Vietnam. Considero que la forma en la que escribe es muy amena, haciendo fácil leer episodios enrevesados o con gran cantidad de datos, lo que es muchas veces necesario en libros de no-ficción como son los suyos. Sin duda, uno de mis autores favoritos.

Pasando a La crisis de los misiles de Cuba 1962, este narra los hechos sucedidos entre el 16 y el 29 de octubre de 1962 en los que Estados Unidos y la Unión Soviética se debatieron entre el diálogo y la guerra termonuclear tras la colocación de misiles con capacidad nuclear en Cuba por parte del bando soviético.

Tras el derrocamiento del régimen autoritario de Fulgencio Batista y la llegada al poder de Fidel Castro (junto con sus primeras acciones contrarias a los intereses de su vecino del norte), Estados Unidos se centró, más si cabe, en asegurar su dominio sobre Cuba, que queda a pocos kilómetros de Florida. Primero con un embargo económico y posteriormente con la Invasión de Bahía de Cochinos, las administraciones de Eisenhower y de Kennedy trataron de forzar la caída de Castro, aunque ninguna de las dos funcionó.

Aunque en un principio no lo hizo, Castro terminó abrazando con entusiasmo la alianza con la Unión Soviética. Tras el fracaso de la invación en Bahía de Cochinos, Estados Unidos puso en marcha la Operación Mangosta a finales de 1961 con la intención de terminar con el poder de Castro y forzar un cambio de gobierno. La URSS se enteró y notificó de inmediato a la nación caribeña, a la que ofreció la instalación de milones con capacidad nuclear como medida de disuasión, propuesta que fue aceptada.

Durante el verano de 1962, la Unión Soviética trasladó gran cantidad de material militar a Cuba, incluyendo decenas de misiles y ojivas nucleares, además de bombarderos y cazas, a los que se sumaron varias decenas de miles de soldados soviéticos. Este despliegue pasó en parte desapercibido a los vuelos de reconocimiento estadounidenses, pero terminó por descubrirse.

Entonces comenzó uno de los periodos más críticos de la historia de la humanidad, que por suerte se saldó con la retirada de los misiles medios e intermedios de Cuba con la promesa de Estados Unidos de no invadir Cuba y de retirar sus misiles de Turquía (esto último de forma secreta). Para conocer cómo se llegó a dicho desenlace, os recomiendo encarecidamente comprar el libro.

El libro es sobrecogedor y da mucho que pensar, pues es probable que no haya habido ningún otro momento durante la Guerra Fría o tras el colapso de la URSS en la que el mundo se haya visto tan cerca del precipicio. Nunca hubo tantas vidas en juego como durante ese puñado de días. Personalmente, lo que más me ha sobrecogido ha sido la cantidad de personas que pudieron forzar el enfrentamiento nuclear. Y es que hubo altos cargos temerarios hasta niveles imposibles de imaginar. El propio Hastings escribe en el libro:

«Resulta extraordinario que figuras tan inestables como LeMay y Power tuvieran el poder de precipitar el Armagedón en cualquier circunstancia sin una autorización directa del comandante en jefe de la nación.» (Página 507 de la versión Kindle)

Y es que no era solo el presidente de Estados Unidos (Kennedy en este caso) el único que tenía en su mano el lanzamiento de bombas nucleares, ¡sino que algunos comandantes de la fuerza aerea también lo tenían! Y como Hastings deja claro en el texto, algunos de estos comandantes no eran precisamente los más estables y diplomáticos del mundo, de hecho, lo contrario. De hecho, el general Thomas Power (jefe del Comando Aéreo Estratégico) tenía la siguiente opinión sobre las vidas estadounidenses y soviéticas:

«El general Thomas Power, el jefe del Comando Aéreo Estratégico (SAC), compartía la filosofía de Curtis LeMay acerca del conflicto. Rechazaba por completo cualquier posibilidad de salvar vidas soviéticas en caso de un enfrentamiento nuclear: «El único ovjetivo es matar a esos bastardos», le digo a un estratega de la Corporación RAND. «Al final de la guerra, si quedan dos estadounidenses y un ruso, habremos ganado»». (Página 506 de la versión Kindle)

El conocer estos datos pone la piel de gallina a cualquiera. Las capacidades de destrucción en manos del ser humano no aumentó en la misma medida que la capacidad de los que debían gestionar dicho poder. Por suerte, sí que hubo protagonistas con más sentido común que Power y LeMay, entre ellos Kennedy y Jrushchov (aunque su temeridad y errores de cálculo casi llevan al desastre) y fue por ello que se llegó a un acuerdo para evitar una carnicería.

Me gustaría concluir diciendo que me ha parecido uno de los libros más interesantes que he leído recientemente. Aunque buena parte de la población ha oido hablar de la crisis de los misiles de Cuba, creo que son relativamente pocos los que conocen qué sucedió durante aquellos días y lo cerca que estuvo el mundo del colpaso.

Planeta de Libros | La crisis de los misiles de Cuba 1962

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *